Los supervisores

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Timbera

Nunca juego a nada que requiera dinero, pero siguiendo la voz de mi conciencia, ayer decidí a jugarle a un par de numeritos alusivos a la fecha de mi natalicio. Será que el universo estaba de buen humor, porque salieron. Jugué moneditas, así que el premio no es la gran cosa, pero me alcanza para costearme un trago en Plaza Dorrego el viernes, cuando festeje mi cumple (y si alguno de ustedes lectores, quiere caer, estaré expectante a ello).
Pero el hecho supera a la cifra; creo que sacarse algo en la quiniela el día del cumple de uno es señal de buen augurio; ¿qué opinan?

martes, 29 de noviembre de 2011

Natalicio

Habiendo nacido con 52 cm y una actitud acorde, hoy se cumplen 27 años de la proeza de la "primípara añosa", es decir, mi madre que me tuvo con 41 años.
Así que se suma un dígito al blog y otro a mi existencia.
Feliz cumpleaños a mí.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Entomo-scout

Hoy fui a buscar a mi vieja a Aeroparque. Como tardaba decidí  ir afuera a fumarme un pucho mientras ponía los ojos chinos debido al sol destripador de este mediodía. En eso, decido buscarme una sombrita y me ubiqué al lado de un ventanal. Y ahí lo vi: del otro lado, en una esquinita, desesperado chocándose contra el vidrio polarizado, quedando cabeza abajo y batiendo las alas a más no poder, estaba un alguacíl de importante tamaño que no podía entender por qué podía ver el río y un árbol lleno de flores pero no podía avanzar.
Ya he hablado de mi bichofobia en ocasiones anteriores, pero me conmovió el ahínco con el que el bichito luchaba por salir pese al gran obstáculo y a que su cerebro de insecto no le entraba que era imposible. Así que apagué el pucho, entré de nuevo al aeropuerto y fui derecho a la ventana. Agarré una servilleta y se la acerqué. El chobi se subió en el acto, como entendiendo lo que estaba por pasar. Y se bancó ahí quietito mientras yo caminaba por el aeropuerto.  Ni bien atravesé la puerta automática y él entendió que era libre, salió volando derecho al árbol florecido y se perdió.
La servilleta me la guardé y fui a recibir a mi vieja que acababa de llegar.
Sé que es una tontera, pero me hizo sentir grande, tanto como la escala del bichito en cuestión podría juzgarme.